NO SE SABE, NO SE PUEDE…
Colaboración de Osvaldo Cócaro
Después de tantos errores cometidos a lo largo de los años, comprendí que con los mismos, fui dejando las “muletas”, aprendiendo a tener menos rigor con mi persona y aceptar que ese aprendiz interior, que todos tenemos, era totalmente en definitiva el beneficiado y el que capitalizaba los mismos para, si no ser más perfecto, por lo menos darme la entereza de cargar con la mochila, y utilizar de la misma lo necesario para continuar el camino que tenía designado. En concreto, aprendí, o traté por lo menos aprender de esos errores, creo que supe vivir con ellos y los consideré cuando fue necesario.
En la vida, uno, está en constante aprendizaje. El ciclo prueba, error, corregir, nuevamente prueba, error, corregir; y así sucesivamente hasta encontrar lo más cercano a lo posible y admisible, es un buen hábito para desarrollarse como ser humano.
Y este hábito, es esencialmente la forma en que las personas se comportan en sus decisiones y acciones, otros tratan de adoptar el hábito, mientras que a otros no les preocupa en lo más mínimo.
Esta forma de hábito asimilado, en asimilación o no asimilado, es un agregado, o no, que es de suma importancia a la posible instrucción didáctica obtenida por cualquier medio, sea público o privado.
Tenemos entonces, un grupo con el buen hábito de aprender de sus propios errores, otro grupo que trata y hace el esfuerzo de adquirir este hábito y un último grupo que cree tener la verdad absoluta, y no se detiene a pensar si ha cometido un error.
Es así que en este mundo, en este continente y más específicamente en este País, nuestro País, conviven personas con los tres comportamientos en cuanto a hábitos de vida se refiere.
Ahora bien, si consideramos los dos primeros grupos, encontraremos, posiblemente en la mayoría de los casos, que habrá personas que saben hacer determinadas cosas. En los mismos, habrá también quienes no las sepan hacer.
El que sepa hacerlas, solo deberá tomar la decisión de emprenderlas. Es su costumbre.
Por sus conocimientos ya adquiridos, o por su hábito de encarar las cosas y hacerlas hasta que le salgan bien, tratará por todos los medios a su alcance en cumplir con ese nuevo “reto” que se le presenta.
Puede ser, que lo que esté intentando, sea algo muy difícil e imposible de realizar. Pero, una persona con buenos hábitos de encarar y realizar las cosas contra viento y marea, esa palabra, imposible o difícil, hace rato que no está en su vocabulario. Y por consiguiente persistirá en su intento, de distintas formas, una y otra vez. Hasta que en algún momento encuentre la solución, o al menos una alternativa cercana a lo que se deseaba.
El que no sepa como hacerlas, pero entiende que dedicándose, en algún momento tendrá resultados, en forma más trabajosa que en el caso anterior, intentará también una y otra vez, hasta lograr la solución o algo aproximado a lo que buscaba. Por supuesto, en este caso al no tener arraigado el hábito de persistir en el esfuerzo, habrá momentos de desfallecimiento, de flaqueza. Pero su interés en realizarlo le hará superar ese trance, y seguir adelante.
Aunque están en estadios distintos, en cuanto a su capacidad, ambos, por distintos caminos, por diversas motivaciones o por su fuego interior, de alguna forma lo lograran en mayor o menor tiempo; en mayor o menor grado.
¿Porqué, dos personas, una con conocimientos y la otra no; contando en un caso con un hábito y en el otro tratando de adquirir ese hábito, no cejan en su intento?
Porque en ambos casos, más que saber, entienden que pueden.
Y pueden, precisamente por ese fuego interior, por ese hábito, en uno ya arraigado y en el otro en formación, que los lleva a persistir en el intento hasta obtener un resultado.
Puede uno, inferir entonces, que cualquiera que sea el desafío es más importante el poder (deseo) hacer que el saber hacer. ¿Será así?
A mi humilde entender, esta sería, por lo menos, la respuesta más acertada a esta última pregunta. El “sentir” que se puede hacer, es más importante que el saber hacerlo, ya que si se sabe pero no se “siente” poder hacerlo, es prácticamente imposible realizar nada.
Pero nos estamos olvidando del tercer grupo. El que cree tener la verdad absoluta, y que por lo tanto no comete errores. Y nunca analiza si los comete o no.
Este grupo, no tiene el hábito adquirido de persistir en el esfuerzo. No “malgasta” (a su entender) su esfuerzo en intentos que ellos creen de antemano que no van a dar frutos, ya que confiados en su verdad absoluta e inamovible, se la pasan planificando en abstracto, sin ningún sentido práctico. O si pueden llegar a tener un buen resultado, consideran que no es necesario ni útil perder tiempo en intentarlo.
Consideran que las cosas están como están, y que las que vayan ocurriendo o apareciendo podrán ser usadas en ese momento. No antes, y posiblemente (mejor) más tarde que temprano.
En definitiva, van por la vida, ostentando sus “títulos”, y esperando que las cosas se acomoden solamente a sus propias necesidades y caprichos.
Este tercer grupo, a pesar de su soberbia en cuanto a sus conocimientos, sabe como hacer las cosas. Más aún, pueden hacerlas. Pero no, no las hacen.
¿Cuál es el motivo que los pone en esa posición intransigente y negativa?
¿Quién, sabiendo cómo, no realizaría algo? ¿Un necio, tal vez?
¿Quién, sabiendo cómo y además pudiendo, no realizaría algo? ¿Un egoísta, casi seguro?
La respuesta es mucho más sencilla, y por lo tanto mucho más cruel.
Ese alguien, que sabe como hacer algo; que además puede hacerlo, y no lo concreta, es por que no quiere hacerlo.
Interesante ó nefasto ¿no?
Ahora, creo que podemos entender en alguna forma, porque en forma sistemática en estos siete años de gobierno, los cuatro primeros de Néstor y los tres últimos de Cristina, la oposición se opuso arteramente a cada una de las propuestas, proyectos, planes, etc., que quisieron desarrollar desde el Ejecutivo y el Oficialismo en ambas Cámaras del Congreso, a favor del bienestar común del Pueblo.
Podemos suponer que a lo mejor no saben como. Lo que no podemos suponer es que no puedan como.
Solamente si tuvieran la intención de poder hacer algo en beneficio del Pueblo, aunque no supieran como, lo llegarían a hacer si se lo propusieran. Pero tienen un grave problema: son los dueños de la verdad absoluta, no cometen errores y no necesitan consejos.
Por eso no quieren hacer cosas que favorezcan al Pueblo.
Pero además de no saber como; además de no poder como hacerlo; y de no querer hacerlo, adolecen de un cuarto defecto.
Y este no tiene, como los otros, una explicación (si la hay).
Es sencilla, contundente y por demás baja: es porque no quieren dejar hacer.
Sus desvelos son esos. No dejar hacer. Y en eso persisten día tras día. No hay otra cosa en sus cabezas. Por eso se están resquebrajando, como grupo, cada día más.
Tal vez, en un futuro, en que Otro u Otros, figuraran en los libros de historia de nuestro bendito País, y ocuparan varias hojas o capítulos, es mi creencia que para muchos de ellos, habrá tan solo una muy pequeña mención en media página, con el título de ¿traidores?
